José Ismael Fuentes, estudiante de Psicología de la Utec, becado en la Universidad de Jaén, España, comparte su historia y las nuevas experiencias que está viviendo al estudiar en una universidad en el extranjero. Ismael demuestra que con actitud positiva y perseverancia, los sueños se logran.
A continuación su escrito.
Mi nombre es José Ismael Fuentes García. Tengo 19 años y actualmente estudio segundo año de Licenciatura en Psicología en la Universidad Tecnológica de El Salvador (Utec).
Iniciar mi carrera universitaria no fue nada fácil. Al concluir mis estudios de educación media intenté entrar a la Universidad de El Salvador (UES), la única universidad pública del país, pero fui rechazado. Mis padres fueron muy claros conmigo al decirme que no estaba dentro sus posibilidades apoyarme para mi educación superior, por lo que durante todo un año tuve que interrumpir forzosamente mis estudios.
A lo largo de ese año intenté obtener un empleo, pero debido a mi total inexperiencia encontré muchos rotundos no. A pesar de eso, seguí intentando; y fue en el segundo semestre del mismo año que una oportunidad me llegó.
Desde temprana edad dediqué tiempo a actividades de ayuda a los demás a través de diversos proyectos de voluntariado. Eso fue y sigue siendo una gran experiencia. Y de hecho, formar parte de uno de esos proyectos fue lo que me abrió las puertas al primer empleo formal. Inicié trabajando a medio tiempo. Lleno de entusiasmo afrontaba cada nuevo día, teniendo en mente siempre mis metas, dentro de las cuales estaba continuar con mis estudios.
El ingreso económico por trabajar de forma parcial no me permitía darme el lujo de pagarme una universidad privada, por lo que nuevamente intenté ingresar a la UES. Fui rechazado y otra vez me sentí frustrado. Cada vez veía más lejana la posibilidad de poder continuar mis estudios... Sin embargo, como reza la cultura popular: “Donde se cierra una puerta, se abren mil ventanas”. Y para mí, efectivamente, una ventana se abrió... ¡La misma ventana!
El que fue mi primer empleo me dio la oportunidad de empezar a trabajar a tiempo completo con un sueldo superior, con la condición de que iniciara inmediatamente mis estudios universitarios. ¡No me lo pensé dos veces! Y dicho y hecho: en menos de una semana pasé, de ver de lejos mi sueño de estudiar a nivel superior, a estar inscrito en una de las mejores universidades del país.
Tengo que ser honesto y admitir que estudiar en la Utec nunca fue mi sueño. Sin embargo, nuevamente hice honor a la cultura popular y recordé aquello que dice: “Uno siempre está donde tiene que estar”. Cambié mi actitud y entré con una mentalidad positiva a las clases.
Ahora veo hacia atrás y me doy cuenta de que no pudo ser de otra manera. Estudiar en la Utec ha sido lo mejor que me ha pasado en la vida. He conocido personas increíbles: compañeros de clases, docentes, personal administrativo e incluso graduados Utec que han llegado muy lejos, y de los que espero poder seguir sus pasos.
Probablemente se preguntarán por qué les cuento mi historia... Déjenme decirles que en lo personal no me considero, en absoluto, una persona extraordinaria. Y, sin embargo, ¡vaya que me han pasado cosas extraordinarias! Hoy me encuentro en España por cinco meses haciendo lo que más disfruto en esta vida: estudiar Psicología.
En El Salvador, mucho se habla de la falta de oportunidades para los jóvenes, de la alta tasa de desempleo, de la crítica situación de seguridad y otros muchos problemas que nos agobian. Muchos utilizan esta realidad para justificar sus malas acciones, mientras otros se quedan de brazos cruzados culpando a “la situación” de su falta de oportunidades. Demandan oportunidades, pero poco o nada hacen para aprovecharlas. Otros luchan incansablemente y, a pesar de las dificultades que la realidad del país les impone, logran salir adelante y son grandes personas de bien.
Nuestra realidad salvadoreña sí está bastante deteriorada. No podemos ‘tapar el sol con un dedo’; pero de quien dependerá hacer a un lado lo malo y luchar por alcanzar nuestras metas será de nosotros mismos.
La vida es una toma constante de decisiones. Desde cosas tan sencillas como qué ropa ponerme hoy o qué cocinar para el almuerzo hasta más complejas, como qué estudio, ¿una ingeniería, una licenciatura, un técnico?, ¿me siento bien en mi empleo actual o es tiempo de buscar uno nuevo? ¡Tomamos decisiones a cada momento! Asir con las manos nuestra realidad y ser los escritores de nuestro futuro, o sentarnos de brazos cruzados quejándonos por la falta de oportunidades, es nuestra decisión también.
En El Salvador sí existen oportunidades. ¡Cuestan! Sí. Te cuestan cosas incluso más valiosas que el dinero. Te cuestan tiempo; te demandan disciplina; te exigen perseverancia; ponen a prueba todas tus facultades físicas y psicológicas en algunos casos. Aún y a pesar de lo difícil que pueda parecer, la oportunidad está ahí, y está a disposición de quien decida aprovecharla.
Yo tengo la dicha de conocer a algunas de esas personas que lucharon, y en ocasiones nadaron, contracorriente hasta alcanzar sus metas.
Conozco a Raquel Estrada, graduada en Ingeniería Industrial, quien actualmente se encuentra en la University of Michigan cursando su maestría en Science of Engineering Management, gracias a un proyecto de becas respaldado por el Departamento de Estado de los Estados Unidos de América.
Conozco a José Pineda, estudiante de Comunicaciones, que vive en Apopa, y que insistió por casi dos años hasta ser admitido en un programa de intercambio en la Pontificia Universidad Católica de Chile.
Conozco a Fátima Ávalos, estudiante de idioma inglés gracias a un programa de becas otorgadas por una ONG, quien, gracias a sus notas sobresalientes, tuvo la oportunidad de viajar junto con otros estudiantes latinoamericanos a conocer diferentes campus universitarios de Estados Unidos, incluido el de la Universidad de Harvard, para conocer todas las oportunidades que dominar un segundo idioma puede abrir.
Ahora, se llegó el turno de sumarme a esa lista. Actualmente me encuentro, desde inicios de septiembre, cursando un semestre de mi carrera en la Universidad de Jaén, España. Estar aquí ha revolucionado mi vida por completo. Para empezar, he aprendido todo lo que conlleva ser una persona independiente: administrar las finanzas, organizar el horario de cada día, crear rutinas de estudio y tiempo de ocio, cuidar los hábitos, la alimentación y la salud, entre otras cosas.
Luego, la experiencia de compartir clases con estudiantes de más de 50 países de todo el mundo te crea una visión globalizada de los estudios que estás cursando. Conoces diferentes metodologías y experiencias; compartes opiniones variadas acerca de un mismo tema, en mi caso: conocer de primera mano cómo la Psicología se apega a la realidad de cada país. Es una gran fuente de conocimiento que difícilmente se obtiene enfocando la vista solo a las cosas que pasan en nuestro país.
Además, he conocido tantas y diferentes culturas que realmente me crea la sensación de ser un ser tan pequeño, en verdad; y me considero afortunado de sentirme parte de esta enorme colectividad, tan diversa, tan amplia, tan diferente y a la vez tan idéntica, ya que, independientemente de nuestra nacionalidad, todos compartimos el título de “ciudadanos de este mundo”.
Hablar de fútbol con un español; ‘debatir’ si una comida está picante o no con un mexicano; recibir clases de cocina con un italiano como profesor; escuchar con detalle las tradiciones y costumbres de una cultura tan fascinante como la coreana; viajar desde la nieve hasta la arena del mar escuchando los relatos de un chileno son cosas que no encuentras en las páginas de un libro de geografía.
A nosotros —la generación de profesionales que está naciendo— nos queda el enorme compromiso de llevar hacia adelante todos los conocimientos, descubrimientos y herramientas que quienes nos han precedido han dejado a nuestra disposición. En nuestras manos está preparar un mundo mejor para las generaciones que vienen detrás. Hoy disfruto de esta gran oportunidad que estoy viviendo y trato de aprovecharla al máximo.
Veo a mi hermana, quien actualmente estudia quinto grado, y pienso: “Si yo logré llegar hasta aquí, pues ella llegará todavía más lejos con los recursos que en un futuro estarán a su disposición y que muchos de nosotros no tendremos”.
De algo estoy seguro: cuando vuelva a El Salvador, a inicios del próximo año, ya no seré la misma persona que salió de allá en septiembre.
Tengo el compromiso de aprender todo cuanto me sea posible para poder replicar el conocimiento que estoy adquiriendo a las personas que se encuentran en mi país.
Tengo el compromiso de poner a disposición de los demás las herramientas y el talento que me encuentro perfeccionando.
Tengo el compromiso de ser un profesional competente. Integrar todas las experiencias que Dios me ha permitido vivir para hacer de mi vida la mejor versión de mi historia.
Una última cosa: nosotros, como estudiantes Utec, vemos todos los días en cada salón de clases los emblemas de la universidad: la visión, la misión, los valores y los objetivos. Seamos conscientes de ello o no, cada año la universidad renueva su lema.
Hablaré de los últimos tres, que han sido los que he conocido desde mi ingreso a la universidad: es necesario tener una actitud positiva para poder ser, nosotros, los profesionales que impacten en la sociedad... Pero más que eso: ¡ser un impacto que trascienda!