Según datos proporcionados por el Instituto Salvadoreño de Fomento Cooperativo (Insafocoop), al 31 de diciembre del 2022 en El Salvador existían alrededor de 1.379 asociaciones cooperativas inscritas, orientadas en su mayoría a ofrecer servicios de ahorro y crédito, transporte, comercio y de producción agraria, sumando entre todas aproximadamente a 675.016 asociados, de los cuales el 52 % son mujeres y 48 % hombres.
Pero ¿cuál es el papel y aporte real de las cooperativas en la economía solidaria?
Inicialmente, se debe entender, en términos generales, qué es la economía solidaria. Según la Organización Internacional del Trabajo, es aquel grupo de empresas y organizaciones, sean estas cooperativas, asociaciones, fundaciones o empresas sociales, que producen bienes, servicios y —por qué no decirlo— conocimientos, los cuales están diseñados en gran medida para atender las necesidades de las comunidades a las que sirven, con la misión de lograr objetivos sociales, fomentando con estas acciones el beneficio colectivo de cada uno de los participantes.
Bajo este enfoque, las asociaciones cooperativas del país asumen un papel protagónico y alternativo para sus membrecías e indirectamente para las economías domésticas de estas.
Para nadie es un secreto que el sector cooperativo es generador directo de una gran cantidad de empleos de subsistencia para mujeres y hombres que están vinculados con las actividades comerciales y operativas, originando, a su vez, beneficios indirectos al crear distintas actividades comerciales con otras empresas o entidades que suministran bienes y servicios para su funcionamiento, construyendo sinergias que impactan económicamente en su entorno.
Por otra parte, es reconocido el papel de las cooperativas en la contribución de la reducción de la pobreza y particularmente en el desarrollo de los países, ya que estas están presentes en todos los sectores de la economía y han demostrado a lo largo de los años su capacidad para aportar directamente en las economías locales. Por ejemplo, las cooperativas agrarias benefician a los agricultores al facilitarles el acceso a distintos medios de producción de forma colectiva, así como al incrementar su poder de negociación para la compra de insumos, sin dejar de lado que es la fuente principal para la generación de ingresos por la venta de su producción.
Por otra parte, las cooperativas que se dedican a brindar soluciones a las necesidades de ahorro y crédito se convierten en alternativas reales, significativas y con más beneficios que los que ofrece la banca tradicional, facilitando el acceso a diferentes productos financieros diseñados para el beneficio de su membresía, a diferencia de las sociedades que ofrecen servicios similares, en las cuales los beneficios económicos se reducen al sector de inversionistas, que en la mayoría de las ocasiones está conformado por capital extranjero. El rubro cooperativo de ahorro y crédito equivale al 45 % de las cooperativas inscritas y activas en El Salvador.
En perspectiva a lo planteado, surge como segundo interrogante: ¿cómo contribuyen las cooperativas en el desarrollo sostenible?
En septiembre del año 2015, la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó la “Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible”, la cual plantea una serie de 17 objetivos hacia el desarrollo del entorno económico, social y ambiental de los 193 estados miembros, dentro de los cuales se pueden destacar la educación de calidad, el trabajo decente, crecimiento económico, la igualdad de género y reducción de la pobreza.
Si se extrapolan estos objetivos planteados con los principios cooperativos establecidos en la declaración de la Alianza Cooperativa Internacional sobre la identidad cooperativa, suscritos en la ciudad de Manchester en el año de 1995, se habla de la participación económica de los miembros, la educación y el interés por la comunidad, poniendo en evidencia que las cooperativas en su diario vivir desarrollan un sinfín de acciones encaminadas a realizar su contribución real, responsable y solidaria hacia un mundo más humano y sostenible.
En esta dinámica, el sector cooperativo ejecuta programas de formación de sus asociados y sus familias, dinamiza la economía doméstica y local con las diferentes líneas de inversión y ahorro, en las cuales obtienen mejores tasas de interés a favor de sus asociados, mejora la calidad de vida de sus miembros a través de la salud financiera, otorga becas, implanta programas de beneficio ambiental, acciones de desarrollo de poblaciones en vulnerabilidad y estimula la participación de la membresía en su totalidad para la conformación de su capital, el control democrático de ellos y la percepción de beneficios o excedentes económicos por la obtención de resultados positivos en un ejercicio económico determinado.
Sin lugar a dudas, el papel que ejerce el sector cooperativo en el crecimiento económico del país es estratégico y de suma importancia, siendo este un eje dinamizador real en el que todos sus actores se convierten en piezas fundamentales que aportan considerablemente a estas acciones.
Es por ello que deben existir estructuras sólidas del Estado, diseñadas desde adentro para su desarrollo y fortalecimiento, con reglas y legislaciones apropiadas que potencien sus actividades, su protección y la de su membresía, al ser estas expresiones reales y solidarias de organizaciones nacidas de y para la población.