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Reflexión navideña y de fin de año
Discurso del Dr. Ramón Rivas, Director de Cultura de la Utec, en ocasión de la conmemoración de la Navidad y fiestas de fin de año
Muy pronto estaremos celebrando una de las fechas más importante para el mundo católico: el nacimiento de Jesucristo; desde el punto de vista de la fe, el enviado para reconciliar a los hombres con Dios. Y el fin del año 2018.
Estas dos fechas de diciembre, que forman parte del calendario gregoriano, nos permiten reflexionar sobre la vida, lo que tenemos y lo que nos hace falta. Son dos celebraciones que la cultura ha transformado con el paso de los años para convertirlas en lo que hoy tenemos y hacemos. Por ejemplo, la forma de celebrar la Navidad en los años 60, 70 y 80, que es la que yo recuerdo, era muy diferente a lo que hoy hacemos. Me atrevo a asegurar que hoy no sabemos por qué existe la Navidad en el mundo cristiano. ¿Qué ha pasado? Hay muchas explicaciones, pero no hablaré de ellas, ya que me interesa reflexionar con ustedes sobre el mensaje profundo que tiene el nacimiento del Mesías para el cristianismo, y su impacto en la vida de las personas que creen en él.
Según los libros sagrados del cristianismo, Jesús fue anunciado desde los orígenes de la humanidad misma para restaurar la relación perdida entre los seres humanos y Dios. Esa restauración no era social o colectiva; pero sí individual y masiva. El fruto de esa reconciliación sería la paz en los corazones de los creyentes, la cual sirve para formar una comunidad que vive en armonía con su prójimo y con la naturaleza misma.
Esa profecía dada por los profetas, casi dos mil años antes del nacimiento de Jesús decía: “Porque un niño nos ha nacido, un hijo nos ha sido dado, y la soberanía reposará sobre sus hombros; y se llamará su nombre Admirable Consejero, Dios Poderoso, Padre Eterno, Príncipe de Paz” (Isaías 9:6). Esta profecía, dicha por el profeta Isaías más de 700 años antes de Cristo (750-720), adquiere aún más relevancia en el contexto del destierro del pueblo de Israel, exiliado por el Imperio Asirio Babilónico. Dios ofrece la promesa de la liberación por medio de la encarnación del “Dios con nosotros”, el Emmanuel, que restaurará la paz y la libertad al pueblo.
Para los cristianos esa es la promesa cumplida con el nacimiento de Jesús hace dos mil años. Una promesa que permite a sus seguidores tener paz y pregonar la paz de un mundo mejor, sin odios, sin envidias, sin trampas y con justicia.
Por años el ser humano ha soñado con tener paz interna y paz social. La deseamos, pero casi nadie se esfuerza por obtenerla. Hacemos bonitos discursos de la paz, pero quedan en eso, en solo un discurso. Hace 40 años atrás, al celebrar la Navidad era común escuchar estas palabras:
Noche de paz, noche de amor,
todo duerme en derredor.
Entre los astros que esparcen su luz,
bella anunciando al niñito Jesús,
brilla la estrella de paz,
brilla la estrella de paz.
Ahora, el llamado es otro. El llamado es de confrontación, odio y venganza. Qué bueno sería que la paz que fue profetizada hace 4 mil años atrás fuese realidad en las personas y en los corazones de los salvadoreños. Tendríamos una sociedad más solidaria, más justa y más humana. Lastimosamente no logramos tenerla porque la buscamos equivocadamente. Debemos entender que la paz no nace por decreto presidencial o por inventos de algún diputado, mucho menos en las actividades de celebración como la Navidad. Según los cristianos, la paz nace de la fe en ese niño nacido en Belén llamado Jesús.
Entonces, en estas fechas se debería insistir en el nacimiento del Príncipe de Paz, que llegó al mundo para reconciliar a la humanidad con su creador y darnos paz. La pregunta podría considerarse necia, pero la haré: ¿Queremos vivir en paz y tener paz en lo más profundo de nuestra existencia? Dejaré que cada uno de ustedes se responda a sí mismo.
Pero por simple percepción puedo afirmar que los salvadoreños deseamos en lo más profundo de nuestro ser vivir en paz y que esa paz se vea reflejada en nuestras casas, en la calle y en nuestros trabajos o centros de estudios.
No obstante, la realidad es otra. Riñas callejeras, odio de clases, permitimos que nos instrumentalicen o engañen para vivir en confrontación permanente, la propaganda electoral nos pone en luchas ideológica unos contra otros. El odio aflora en algunas personas y la paz se extingue aun dentro de los hogares de los salvadoreños.
Como antropólogo creo que la paz social puede alcanzarse con políticas de Estado, pero es muy difícil sostenerla si en cada una de las personas no hay paz interna. Si tan solo las personas abrazaran una cultura de reconciliación, de respeto hacia los demás, las cosas podrían ser diferentes en este país.
Pienso que la paz interior es mucho más complejo obtenerla, porque nace en el interior del ser humano, producto de esa fe en Dios, en el Eterno mismo.
Pero qué bueno es saber que, en estos tiempos de celebración de la Navidad, tenemos la oportunidad de celebrar el nacimiento del Príncipe de Paz, de quien se puede adquirir esa paz interna.
Para lograrlo debemos reflexionar y recordar esas palabras que hace dos mil años se dijeron en un barrio pobre de Belén: “Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz entre los hombres en quienes Él se complace”.
Otra fecha que celebraremos a pocas semanas es el fin del año 2018, la cual también trae nostalgia a algunos y un poco de dolor por no haber alcanzado las metas u objetivos propuestos.
Por ello, quiero traer a reflexión las siguientes palabras de Henry Ford al señalar que: “El fracaso es una gran oportunidad para empezar otra vez con más inteligencia”. Esta idea tiene mucha sabiduría, sobre todo porque la vida es de constante lucha, de permanente creatividad y de una continua batalla por alcanzar nuestras metas. Tendremos fracasos, pero esto no debe ser motivo para abandonar las batallas que la vida nos presenta en nuestro diario vivir. Los doce meses del año son solo periodos que la vida nos da para medir nuestro empeño, nuestra creatividad y disposición para hacer lo correcto, marcar historia y ser de beneficio para otros.
Pero hago otra pregunta muy atrevida: ¿Por qué no se lograron los propósitos que se fijaron al inicio del año 2018? ¿Será que hubo poca motivación, recursos o coraje para hacerlo?
Lo cierto es que todos tuvimos el mismo tiempo, el mismo espacio y las mismas condiciones de país para trabajar por nuestras metas y nuestras aspiraciones. Lo único que puede variar en cada uno de nosotros es la disciplina, la actitud y la fe para lograr esos objetivos que nos dispusimos alcanzar al iniciar el año.
Gabriela Mistral, escritora chilena, al escribir sobre el tiempo expresó: “Tengo un día. Si lo sé aprovechar, tengo un tesoro”. Claramente es un tesoro porque el simple hecho de abrir nuestros ojos a la luz del día es una oportunidad que otros no tendrán. Sabemos que cada uno de nosotros tiene un día de caducidad, el cual se acerca con el paso del tiempo. Si queremos dejar huella en esta vida, en nuestras familias y en el país, entonces debemos entender que, al finalizar un día, un mes, un año, es sabio evaluar nuestro avance en cada uno de nuestros proyectos de vida que nos propusimos hacer.
Walt Whitman, poeta y periodista del siglo XIX lo dijo de la siguiente forma: “Aprovecha el día. No dejes que termine sin haber crecido un poco, sin haber sido un poco más feliz, sin haber alimentado tus sueños”.
Con todo esto intento señalar dos aspectos muy importantes: la oportunidad que tenemos para trabajar por un mejor país; y segundo, la tarea de evaluar cada día nuestro esfuerzo por alcanzar nuestros sueños y ser felices.
Quizá suene un poco utópico, pero lo cierto es que los grandes hombres y mujeres de nuestra historia lograron hacerlo con disciplina, actitud y fe en lo que creían, en lo que veían en su corazón y en sus mentes, fe en alcanzar la paz y la hermandad de todos los seres humanos, tal como lo dijo el poeta alemán del siglo XVIII, Friedrich Schiller:
“…El canto alegre del que espera un nuevo día
Ven, canta, sueña cantado
Vive soñando el nuevo sol…”
PALABRAS ALUSIVAS EN EL 37 ANIVERSARIO UTEC
Siempre que cumplimos años creo necesario realizar dos reflexiones, una: ¿qué hemos hecho hasta el presente? y luego, ¿qué deseamos hacer hacia el futuro?
Sin duda, si miramos el pasado de estos 37 años, no podemos menos que sentirnos orgullosos y complacidos por lo que hemos logrado concretar. Tenemos una institución fuerte, sólidamente establecida en el sistema educativo nacional, con múltiples realizaciones, con personalidad propia y con reconocimiento a su trayectoria y resultados; todo ello, afirma y confirma un merecido prestigio nacional y cada vez más internacional que nos enorgullece y compromete, para continuar la andadura académica de servicio y calidad que nos caracteriza.
La Universidad nació de la visión de cinco notables salvadoreños que en época de riesgo, en medio de un conflicto armado, asumieron con determinación y coraje, el reto de atender una creciente necesidad de jóvenes salvadoreños que percibían, con incertidumbre, el cierre de oportunidades a sus aspiraciones de superación personal. Para fortuna de la familia tecnológica, todavía tenemos a dos de aquellos fundadores que ahora, desde lo alto de su obra, pueden ver complacidos que aquellos momentos difíciles han sido superados y que, por el contrario, los retos del presente, son de orden generacional y tecnológico, que con renovado espíritu y entereza estamos enfrentando exitosamente.
Una característica propia de la Utec es la sensibilidad social de su espíritu fundacional. Desde la toma de decisión inicial quedo establecido, como principio rector del hacer universitario, que nuestra casa de estudios tendría la impronta de la inclusión social. Todo salvadoreño, con deseo de desarrollo personal, tendría una oportunidad de superación en su futuro laboral; nadie quedaría excluido por clase, religión, raza o capacidad intelectual; el costo de estudios tendría un valor racional, acomodado al nivel de la condición personal y familiar del estudiante, comprometiendo a cambio, la contraprestación de un servicio educativo de calidad superior.
Establecida la voluntad creadora y la función social, la universidad debería enmarcar su propósito educativo en una visión de servicio y en una misión de calidad, que permitiera satisfacer y aportar un calificado capital social de orden laboral para construir una sociedad libre, justa y democrática.
La actividad cotidiana de enseñar y aprender requiere pautas de comportamiento que permiten, que aquel servicio enunciado y aquella calidad prometida se cumplan de manera continua y de forma integral, a partir de valores que deben observarse en cada momento y en cada función. La satisfacción del estudiante debe atenderse y cumplirse sin observaciones ni quejas; en cada acción, debe manifestarse el liderazgo del docente, la aplicación del estudiante y la disposición del empleado; la lealtad y el espíritu de servicio deben ser baluartes de nuestra identidad corporativa; todos para uno y uno para todos, debe ser la consigna del diario vivir y el desempeño concreto y respetuoso debe ser, la actitud que anula el ambiente enrarecido del señalamiento negativo.
Siempre es placentero hacer el recuento de lo que todos hemos logrado a lo largo del tiempo.
Somos 997 personas las que integramos la familia tecnológica; ofrecemos 43 carreras, y hasta el presente, hemos graduado a 32,327 profesionales y consecuentemente hemos enriquecido nuestro capital social y favorecido a más de 300,000 familiares. Nuestra matrícula del 01/2018 alcanzó los 25,114 estudiantes y ofrecemos carreras con características muy propias de la Utec como son la Arqueología, la Antropología y la Ingeniería de Base de Datos; las carreras con énfasis en inglés son 5 y cuentan con 1799 estudiantes; 9 son las carreras virtuales con 1916 estudiantes que han dimensionado nuestra presencia en lugares tan lejanos como Taiwán, Sudan y Suecia.
El programa de carrera docente se fortalece cada día; así, en los últimos 3 años hemos capacitado en doctorados, maestrías y postgrados a más de 40 docentes.
Nuestra actividad educativa y nuestros resultados son relevantes en beneficio de nuestros estudiantes, de nuestros docentes y del personal de apoyo; asimismo, en favor de la sociedad y con clara influencia en el campo laboral y cultural del país. Así tenemos:
- Entregamos enseñanza de primer nivel a nuestros estudiantes, para el aprendizaje profesional y el desarrollo humano y social.
- Investigamos los diversos campos científicos para incrementar lo conocido de la ciencia que nos interesa como saber, para transmitirlo a nuestros estudiantes y a la sociedad.
- Asumimos la responsabilidad de formar profesionales y ciudadanos que sean baluarte de nuestros valores presentes y de nuestras aspiraciones futuras.
- Contribuimos a socializar el saber, como el medio apropiado para construir la justicia, la paz y el progreso de todos.
- Creamos un centro de trabajo para docentes que enseñan y para estudiantes que aprenden las bases del conocimiento para una vida profesional de progreso y prosperidad.
- Ofrecemos formación educativa universitaria de calidad a bajo costo, como una oportunidad para la democratización de la educación superior.
- Desarrollamos permanentemente un espacio de estudio, debate y divulgación del saber científico, tecnológico y de la problemática socio-económica y ambiental, que nos interesa como pueblo.
- Promovemos la convivencia y la participación solidaria con base en valores, para asegurar una sociedad digna y próspera a todos los salvadoreños que aspiran a una vida mejor.
- Apoyamos la cultura en sus diversas expresiones, para fortalecer nuestra identidad y la memoria histórica de nuestros orígenes.
- Constituimos una comunidad unida por el espíritu del servicio educativo hacia nuestros estudiantes y hacia todos los hermanos salvadoreños.
- Mantenemos un esfuerzo constante de vinculación con el sector público y privado a efecto de articular propuestas de colaboración y soluciones de orden académico para beneficio del desarrollo sostenible del país.
- Protagonizamos el esfuerzo permanente de conservación, remodelación y seguridad del Centro Histórico de la ciudad, como área vital del origen y crecimiento de la capital y como polo de desarrollo cultural de nuestra sociedad.
- Hacemos de la tecnología y la innovación medios imprescindibles en el proceso formativo de nuestra amplia oferta de pregrado y postgrado.
- Contactamos permanentemente con una red de aliados y socios estratégicos, que se traduce en una amplia proyección nacional e internacional.
Lic. Carlos Reynaldo López Nuila
San Salvador, 12 de junio de 2018.
Para hacer la diferencia
Los primeros días del año 2018 trajeron consigo al menos tres hechos trascendentales para el futuro del país: el inicio oficial de la campaña electoral de cara a las elecciones legislativas y municipales del mes de marzo, la tardía aprobación del presupuesto general de la nación, entre algunos señalamientos de inconstitucionalidad y desfinanciamiento; así como el anuncio del gobierno estadounidense sobre la finalización del beneficio del Estatus de Protección Temporal (TPS, por sus siglas en inglés), que amparaba a cerca de 200 mil salvadoreños residentes en esa nación.
Son temas de interés nacional que, si acaso, y pese a su impacto, ocupan y preocupan con la seriedad que corresponde, solo a algunos; y no se vuelven asunto de discusión cotidiana para la mayoría, como sería el ideal, salvo como motivo de jocosos ejercicios de creatividad que inundan el ciberespacio, en una actitud que pareciera pretender ignorar los riesgos que como país enfrentamos, como si al ignorarlos o vestirlos de humor se conjuraran su realidad y efectos.
¿Y qué del deseable escenario de propiciar un debate serio y propositivo, que tenga como motivación el interés del país y no beneficios particulares? Eso es, sin duda, muy importante; pero, contra lo que pudiera anticiparse, no se dedicará este espacio al análisis y discusión sobre eventos electorales, presupuestos y la situación migratoria de nuestros compatriotas en Estados Unidos, sino a una expresión cultural que impide que seamos todos, en realidad, quienes definamos nuestro destino como país, mientras seguimos permitiendo que sean otros, a quienes, por omisión o comisión, hemos entregado la potestad de representarnos, quienes lo hagan.
La Universidad Tecnológica de El Salvador cree que, más allá de desencantos con la llamada clase política —partidaria—, los salvadoreños debemos dejar de señalar y superar la apatía que pareciera haberse extendido sobre el país; esta institución cree que podemos recuperar el concepto de ciudadanía, entendida esta como una actividad deseable, que implica participación en la comunidad y que requiere un gran énfasis en las responsabilidades y virtudes.
La Utec visualiza ciudadanos capaces de transformar un mundo en el que todos reclamamos, tenemos una opinión y creemos tener la solución para todo; en el que pensamos que, si estuviéramos en el lugar del otro, lo haríamos mejor. Un mundo en el que siempre opinamos o criticamos, pero muy pocas veces hacemos. De ahí el concepto que desarrolla nuestra comunicación institucional: Sé el que hace. Hagamos la diferencia.
El nuestro es un mensaje que invita a ser el que hace y hacer la diferencia, a asumir un rol activo, a dejar de decir y empezar a actuar, a ser parte de la solución, a tomar las riendas de nuestro destino, a sentirnos orgullosos de lo que juntos podemos alcanzar. No obstante, sabemos que no basta con llamados inspiradores, por lo que acompañamos esas expresiones con acciones institucionales concretas, como la adopción de un modelo educativo orientado a desarrollar en los estudiantes la capacidad de resolver problemas en situaciones concretas de la vida.
Impulsamos también la investigación, como medio para conocer la realidad, que luego intervenimos mediante la proyección social; promovemos una cultura de respeto a principios y valores en nuestra comunidad educativa, establecemos alianzas nacionales e internacionales para vincularnos con otras realidades y nos comprometemos con la calidad y la mejora continua que avalan las acreditaciones.
Con su acción formativa, la Utec hace la diferencia, convencida de que todos podemos hacerlo; no importa la dimensión ni el ámbito de acción, lo esencial es empezar a actuar, a hacer las cosas de manera diferente e introducir el cambio evolutivo como una constante en nuestras vidas. Podemos empezar a hacer la diferencia reflexionando sobre qué podemos y debemos hacer en un mundo donde todos critican, donde todos reclaman, donde sobran los pretextos, donde todos se conforman y nadie se compromete. Luego, ¡actuemos!
El Salvador, nuestra patria, demanda ciudadanos que contribuyan efectivamente a su desarrollo, seres humanos capaces de asumir equilibradamente sus derechos y responsabilidades, para consigo mismos y con los demás, seres humanos con sensibilidad y capacidad crítica. Todavía podemos asumir y enfrentar el reto, aún estamos a tiempo de construir un legado positivo que trascienda y haga la diferencia. ¿Estamos dispuestos a hacerlo?
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