Comunicado Institucional
La Universidad Tecnológica de El Salvador, profundamente conmovida e indignada por el homicidio cobarde y sin sentido de sus alumnos: Jonathan Josué Melgar Romero y Rafael Funes Escalante, EXPRESA:
- Su rechazo a la situación de angustia y pena que se impone sin límites a la mayoría de la población y expresa su solidaridad a las familias dolientes que deben ahora, enfrentar en soledad la pérdida de seres queridos. También deseamos expresar al Estado responsable de la seguridad, que ya no es posible pedir al pueblo que sufre la violencia criminal, que tenga paciencia y que tenga comprensión. Las afrentas y el daño son tan graves, tan generales, tan llenos de maldad, de impunidad y cinismo, que tienen a las víctimas sin esperanzas, sin futuro y sin voluntad para resistir más allá del punto al que hemos llegado.
- La Universidad también desea reconocer y lamentar el sufrimiento que experimentan el personal de la Fuerza Armada y de la Policía Nacional Civil y sus familias, lo mismo que otros sectores importantes de la sociedad relacionados con el control del delito y de los delincuentes, por lo que expresa a quienes también hoy son víctimas, su absoluta solidaridad. Respecto a esta situación, debe pedir a la autoridad que corresponde, responsable de la dirección y planificación de la lucha institucional contra el crimen de las pandillas y de la delincuencia organizada, evaluar con seriedad, con criterios técnicos y en comunión con otras instituciones relacionadas, la forma de enfrentar una situación que ya ha rebasado ampliamente las crisis de otros tiempos y que ha llegado desgraciadamente, a mostrar una realidad aterradora que llena a la familia salvadoreña, de miedo, impotencia, resentimiento por sentirse solo, de abandono y de fatal resignación. La información más reciente de que un agente policial asesinado había detectado vigilancia y seguimiento sospechoso y que había informado el caso a la superioridad, no llena de esperanza ni de confianza a la población, cuando conoce que el desenlace es justamente el que la víctima había presentido.
La misma situación es la que sufre la gran mayoría de la población, casi siempre la más humilde, víctima en sus domicilios y en sus lugares de trabajo de la extorsión y el sometimiento que le impone el grupo criminal, cuyas demandas se esfuerza por cumplir hasta con sacrificios, pero que, finaliza con la ejecución de la amenaza, que por cualquier motivo, el delincuente termina por realizar dando muerte al infortunado. Es verdad que en muchos casos la comunidad no se decide por hacer denuncias, porque por algún motivo, siente que su situación, si denuncia, solo cambiará para agravarse. Hay que ganarse la confianza de la gente, porque la extorsión y el crimen de las pandillas es factible de resolver antes de que ocurra el crimen que termina con la vida de la víctima. Las labores de inteligencia y de acercamiento por canales que sean publicitados y con actuaciones que den confianza a la población en su policía es la única forma de terminar con este flagelo de la pandilla. La policía debe ser transparente en sus funciones y debe proclamar que está sin duda y con firmeza del lado de la ciudadanía honrada.
Los gobiernos locales, la empresa privada, las iglesias y todas las demás instituciones, incluidas la escuela y la academia, deben firmar ya un compromiso de acción coordinada para terminar con la violencia, seguros de que el comienzo tiene que dirigirse a combatir la pobreza, la falta de oportunidades, la atención a la familia, la reactivación y la creación de carreras técnicas o vocacionales, la atención de nuestros exiliados que son deportados, entre tanta realidad que es necesario reconocer.
Hace trece años, en un confuso enfrentamiento falleció VERÓNICA LIZETTE LARA LÓPEZ, apreciada docente de nuestra Universidad. En aquel momento expresamos nuestra convicción de que era el momento de la decisión, de actuar con energía y audacia para realizar lo que fuera útil y necesario, para derrotar a la violencia criminal. Ahora de nuevo, la Universidad y la familia salvadoreña están postradas en el temor, en el miedo, en la angustia y la desesperanza por el crimen sin piedad y sin motivo, para confiar en que por fin triunfará el bien sobre la maldad. En el nombre de VERÓNICA, JONATHAN Y RAFAEL, de sus amados familiares, de todas las demás víctimas y del pueblo en general, PEDIMOS, EXIGIMOS que se detenga ya esta locura que nos destruye.
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