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Reflexión en ocasión de Navidad 2017

Estamos a las puertas de celebrar un aniversario más del nacimiento del hombre que cambió el rumbo de la historia, un cambio que impacto tanto en lo social, político y espiritual de la humanidad.

Aunque la ciencia ve estos temas con mucho recelo, no podemos obviar que el misticismo cristiano tiene gran penetración en el mundo occidental; su fe es tan poderosa que ha mantenido su estandarte en pie desde el mismo momento en que Jesús proclamó el surgimiento de su iglesia, la cual tiene como base un evangelio de paz, de restauración y reconciliación; fundamentos que han sido proclamados por sus discípulos hasta en lo último de la tierra.

Sin duda alguna es un hecho muy apasionante para reflexionarlo y aprender de ello.

Como antropólogo debo reconocer que estos temas son muy delicados de explicar y comprender, sobre todo, porque se trata de la creencia en un Dios que no se ve, pero que el creyente lo siente; un Dios que tiene un reino espiritual pero que se manifiesta en lo material; un Dios que más que revolucionario social, como lo han tipificado los políticos liberales, es un transformador de la vida humana, sin importar su condición social.

Desde esa perspectiva, creo que la navidad es propicia para meditar de quién es Jesús hombre; o el Cristo prometido a los israelitas desde miles de años atrás, el cual cumplió un propósito en la vida terrenal para darle razón a la existencia de aquellos que creen y deciden seguirle como SEÑOR de sus vidas.

Por eso, en esta ocasión quiero expresar lo importante que es para nosotros celebrar la navidad. Y es que  según la sabia traducción de la Biblia, por gran reformador Alemán, Martin Lutero cuyo inicio es el génesis, y traduce que “en el principio fue la palabra”, esta Palabra o la Biblia nos hace reflexionar en esta fecha  del magno acontecimiento del nacimiento del niño Dios y a la vez nos hace un llamado  sobre la Paz, la solidaridad, la piedad con el desgraciado, de convivencia con el núcleo fundamental de la sociedad que es la familia, la sagrada familia, ya que desde el punto de vista de la fe toda familia es sagrada.

Desde esa perspectiva, me pregunto: ¿no sería urgente que los que profesan la fe cristiana retornaran a los orígenes de la navidad? O en otras palabras ¿celebrar la navidad es recordar el nacimiento de Jesús o simplemente es una fiesta de Santa Claus, encuentros festivos  y las comidas y bebidas de la época?

En lo personal, creo que celebrar el nacimiento de Jesús debería ser motivo para pensar cómo vivió él en Jerusalén, es meditar sobre su mensaje y su propósito. Es saber que él vino para algo más importante que el comercio, el aguinaldo, las comidas y cuanta cosa que hoy imponemos a esta celebración.

Navidad es nacimiento, alegría, esperanza y el presente de una divinidad en la tierra. Eso debería volver a vivir El Salvador, un país que se duele de sus hijos que se desangran unos a otros. Necesitamos que los valores de esa fe que se originaron en Jerusalén, hace dos mil años, vuelvan a renacer en cada persona que profesa la fe cristiana. Son días muy difíciles para nuestra sociedad, sobre todo, porque el odio se ha introducido en las personas, hasta el punto de matar por puro placer, por venganza o por el simple hecho de considerarlo su contrario.

Realmente la Navidad debería ser lo que un día fue para los israelitas: esperanza para el desvalido, paz y hermandad para la familia. Lamentablemente hemos perdido ese mensaje, el rumbo de nuestra existencia. Por ello, para los políticos corruptos y manipuladores, les es muy fácil mantenerse en el poder, porque saben engañar con frases fabricadas, alimentando el odio de clases, poniendo en contra a hermano contra hermano; prometiendo desarrollo, economías sanas y entendimientos con la sociedad, cuando en ellos mismos han sido los causantes de los problemas que se viven día a día. ¡Triste realidad la que vivimos!

Estimados amigos y colegas de esta gran Universidad:

Cada año que culmina debería servirnos para evaluar las áreas de nuestras vidas. Evaluarlas desde la perspectiva profesional, social y religiosa. Cada uno de nosotros debería ser un portavoz de cambio, un promotor de paz, un artesano de una cultura de concordia y respeto por uno mismo. Deberíamos de tener noches de paz, noches de amor, para que todos duerman en rededor de valores y esperanza. Para ello, es necesario fundamentar nuestra existencia en principios y valores sólidos, positivos y que tengan robustez para ser heredados a las generaciones siguientes.

Sinceramente, con solo que hubiese respeto los unos por los otros, la vida sería diferente. Esta sociedad que se hunde en el fango de la idolatría al dinero, que miente con cinismo y abiertamente, que se deleita en la falsedad, el odio y la violencia, debería de cambiar, debería promover el respeto humano y debería sancionar a aquellos que se lucran de toda esta escoria social que cada día es como que se institucionalizara.

Soy antropólogo que creo en la verdad, en la sinceridad, en el respeto a las diferencias y sobre todo, que anhela un país diferente al que hoy tenemos. Creo que se puede lograr pero con personas honestas, sinceras y que hablan verdad entre sus amigos.

En esta Navidad que estamos a las puertas de celebrar, pongamos nuestras fuerzas en volver a los orígenes de esa creencia cristiana, la cual es buena y necesaria. Necesitamos que unamos cada voluntad por un cambio sincero y sostenido. Ustedes pueden hacerlo. No importa si es poco o mucho, tal cual se dice en la letra del Niño del Tambor:

Yo quisiera poner a tus pies
algún presente que te agrade señor,
mas tú ya sabes que soy pobre también,
y no poseo más que un viejo tambor.
¡En tu honor frente al portal tocaré
Con mi tambor!

Hagamos en esta Navidad que suene el deseo por un mundo mejor,  para nuestra familia, para nuestro pueblo; El Salvador clama por la paz, no más miedo, no más engaños, no más mentiras y no más derramamiento de sangre y  dolor, para vivir cada día el amor al prójimo como lo expresó Jesús, el hijo del hombre nacido en Belén. Ese es mi deseo.

¡Felices fiestas de Navidad!

Ramón D. Rivas
Dirección de Cultura
Universidad Tecnológica de El Salvador

Comunicado Institucional

La Universidad Tecnológica de El Salvador, profundamente conmovida e indignada por el homicidio cobarde y sin sentido de sus alumnos: Jonathan Josué Melgar Romero y Rafael Funes Escalante, EXPRESA:

  1. Su rechazo a la situación de angustia y pena que se impone sin límites a la mayoría de la población y expresa su solidaridad a las familias dolientes que deben ahora, enfrentar en soledad la pérdida de seres queridos. También deseamos expresar al Estado responsable de la seguridad, que ya no es posible pedir al pueblo que sufre la violencia criminal, que tenga paciencia y que tenga comprensión. Las afrentas y el daño son tan graves, tan generales, tan llenos de maldad, de impunidad y cinismo, que tienen a las víctimas sin esperanzas, sin futuro y sin voluntad para resistir más allá del punto al que hemos llegado.
  2. La Universidad también desea reconocer y lamentar el sufrimiento que experimentan el personal de la Fuerza Armada y de la Policía Nacional Civil y sus familias, lo mismo que otros sectores importantes de la sociedad relacionados con el control del delito y de los delincuentes, por lo que expresa a quienes también hoy son víctimas, su absoluta solidaridad. Respecto a esta situación, debe pedir a la autoridad que corresponde, responsable de la dirección y planificación de la lucha institucional contra el crimen de las pandillas y de la delincuencia organizada, evaluar con seriedad, con criterios técnicos y en comunión con otras instituciones relacionadas, la forma de enfrentar una situación que ya ha rebasado ampliamente las crisis de otros tiempos y que ha llegado desgraciadamente, a mostrar una realidad aterradora que llena a la familia salvadoreña, de miedo, impotencia, resentimiento por sentirse solo, de abandono y de fatal resignación. La información más reciente de que un agente policial asesinado había detectado vigilancia y seguimiento sospechoso y que había informado el caso a la superioridad, no llena de esperanza ni de confianza a la población, cuando conoce que el desenlace es justamente el que la víctima había presentido.

La misma situación es la que sufre la gran mayoría de la población, casi siempre la más humilde, víctima en sus domicilios y en sus lugares de trabajo de la extorsión y el sometimiento que le impone el grupo criminal, cuyas demandas se esfuerza por cumplir hasta con sacrificios, pero que, finaliza con la ejecución de la amenaza, que por cualquier motivo, el delincuente termina por realizar dando muerte al infortunado. Es verdad que en muchos casos la comunidad no se decide por hacer denuncias, porque por algún motivo, siente que su situación, si denuncia, solo cambiará para agravarse. Hay que ganarse la confianza de la gente, porque la extorsión y el crimen de las pandillas es factible de resolver antes de que ocurra el crimen que termina con la vida de la víctima. Las labores de inteligencia y de acercamiento por canales que sean publicitados y con actuaciones que den confianza a la población en su policía es la única forma de terminar con este flagelo de la pandilla. La policía debe ser transparente en sus funciones y debe proclamar que está sin duda y con firmeza del lado de la ciudadanía honrada.

Los gobiernos locales, la empresa privada, las iglesias y todas las demás instituciones, incluidas la escuela y la academia, deben firmar ya un compromiso de acción coordinada para terminar con la violencia, seguros de que el comienzo tiene que dirigirse a combatir la pobreza, la falta de oportunidades, la atención a la familia, la reactivación y la creación de carreras técnicas o vocacionales, la atención de nuestros exiliados que son deportados, entre tanta realidad que es necesario reconocer.

Hace trece años, en un confuso enfrentamiento falleció VERÓNICA LIZETTE LARA LÓPEZ, apreciada docente de nuestra Universidad. En aquel momento expresamos nuestra convicción de que era el momento de la decisión, de actuar con energía y audacia para realizar lo que fuera útil y necesario, para derrotar a la violencia criminal. Ahora de nuevo, la Universidad y la familia salvadoreña están postradas en el temor, en el miedo, en la angustia y la desesperanza por el crimen sin piedad y sin motivo, para confiar en que por fin triunfará el bien sobre la maldad. En el nombre de VERÓNICA, JONATHAN Y RAFAEL, de sus amados familiares, de todas las demás víctimas y del pueblo en general, PEDIMOS, EXIGIMOS que se detenga ya esta locura que nos destruye.